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Cada uno de los cuadros de Marcos-González ha estado pintado durante varios meses por el aire, el sol, el agua, la tierra y el viento de un jardín mediterráneo; por la sangre del hierro, que ha dejado su herencia plasmada en óxidos únicos e irrepetibles, y por su fina e imaginativa mano que aporta el resultado de largos años de búsqueda, en silencio y en solitario de un lenguaje artístico propio, en una explosión mágica de creatividad.
Cada obra es, por tanto, excepcional en su sentido más estricto. A través del hierro sólo… Del hierro asociado a la pintura y, después, fundido con la tela y los colores, se expresan las ideas de la artista, depuradas al máximo hasta convertirse en esencia de las leyendas creadas y vividas en su imaginación.